- Bien aventurado el educador que modela con ilusión el barro humano no para conformarlo a su propia imagen y semejanza, sino para posibilitar que él, en la libertad que nace del amor, se conforme a imagen y semejanza de Dios.
- Bien aventurado el educador que no vive preso de su propia historia ni ha quedado ciego o extralumbrado por la propia experiencia y cree que toda vida es un inicio que Dios hace en el mundo, que en ella todo es posible, y por tanto, no cierra ninguna posibilidad a nadie, sino que las abre todas a todos.
- Bien aventurado el educador que tras haber orientado en un camino a sus oyentes y ver que aquellos a quienes educó marchan en otro, les mantiene el amor y la esperanza, sin negarles aquella palabra humilde y confiada, que él considera verdadera.
- Bien aventurado el educador que no retiene e nadie en su cercanía y no hace de la amistad o de la autoridad una alambrada para evitar el crecimiento sobre él de quienes formó, sino que alegre impulsa el vuelo hacia mayores alturas y bendice su marcha hacia nuevos horizontes.
- Bien aventurado el educador que vive sus esfuerzos y sufre sus trabajos como esfuerzos y trabajos por el Reino, cuando sus actitudes son las que animaron el destino de Jesús, y cuando es ese Jesús la suprema ventura de su muerte y resurrección, el signo y la buena ventura de su vida.
- Bien aventurado el educador que en el amor dice la palabra a tiempo y a tiempo guarda el silencio necesario; el que no impone siempre su palabra desde el autoritarismo y no la oculta, sustrae o trasmuta por complicidad secreta, cobardía o temor a quebrar ante los demás la propia imagen.
- Bien aventurado el educador que lee con tanta pasión los signos de los tiempos, a través de los cuales somos alertados a la voluntad de Dios, como lee los tiempos de aquellos signos: la acción, la palabra, la muerte y la resurrección de Jesús, palabra exterior y espíritu interior para siempre dados por Dios a los humanos.
- Bien aventurado el que deja tras si alumbrada la memoria del Jesús pacífico, justo, pobre, limpio de corazón; y con su memoria fiel deja a la vez la esperanzada pasión de la paz, la justicia, la libertad, la pureza del corazón, el amor entre los hombres, la Infinita confianza en el Padre.
- Bien aventurado el educador que no sucumbe al desaliento tras el silencio mudo de los años, la traición de la amistad o el hundimiento de mundos acariciados, sino que revive la esperanza del Dios siempre nuevo y siempre fiel, que funda la posibilidad de un hombre renovado, a pesar de toda la vejez que le causen sus pecados, y de un hombre recreado en la fidelidad, a pesar de todos los olvidos y de todas las huidas.
- Bien aventurado el educador que al comienzo de sus días, en medio de sus días y al final de sus días puede decir con alegría: “Señor, hemos realizado la obra que nos habías encomendado, nosotros tus siervos inútiles”, y en la misma humildad alegre va entregando a los hombres su alma y deja en manos del Padre su final destino, porque al igual que a Jesús a él le hará el Padre participe del Reino de la Vida.
- Bien aventurado el educador que desde una confianza Infinita en Dios como origen, fuente y futuro absolutos del hombre, tiene el valor para arriesgarse en la conquista de todos los valores inmediatos, y desde la confianza última que nos ha sido dada intenta introducir en este mundo valores sentidos y esperanzas penúltimas que hagan creíble la existencia de aquella realidad beatificante ultima, que llamamos Dios.
- Bien aventurado el educador que desde una solidaridad diaria con los hombres, y desde la confianza que les ofrece y mantiene, hace posible pensar y acoger la buena noticia, la suprema noticia oída sobre esta tierra de mortales: Díos se ha hecho solidario de los que viven y mueren. Esta solidaridad con nosotros, en la vida y en la muerte, tiene un nombre: Jesús de Nazaret.
- Bien aventurado el educador que sabe dar “razón de su esperanza” pasando la confesión de fe que hace con los labios a la reflexión de su inteligencia, al amor del corazón, a las obras de las manos, para que pensándola, amándola y haciéndola pueda despertar en los hombres la confianza en que de veras ese evangelio es una palabra de verdad y una buena nueva de salvación.
- Bien aventurado el educador, que cultiva con gozo día a día su vocación, y sabe que no podrá mantener la honda plenitud de su fe si no es en la fiel integración en la comunidad de quienes unánimemente confiesan a Jesús por Señor; y sabe que no podrá mantener la real eficacia histórica de su quehacer si no es en real comunicación con todos los que buscan una humanidad mejor, y en solidaridad con todos los que se afanan por un cielo y una tierra nuevas en la Justicia.
OLEGARIO GONZÁLEZ DE CARDEDAL
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