Martin Luther King, hombre extraordinario y sincero cristiano, de raza negra, que luchó hasta la muerte, por un mundo mejor, más justo y más solidario; asesinado, cuando contaba tan sólo 39 años, cuenta que un día tuvo un hermoso sueño, del cual recogemos un extracto:
¿Qué hermoso sueño, verdad? Hay sueños que merecen ser convertidos en realidad. El sueño de Martin L. King es uno de ellos. Tarea de todos los hombres y mujeres, hijos y habitantes de la Madre Tierra, que decía Francisco de Asís y que repite el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si. En esta lucha los cristianos debemos estar en primera línea, aunque nos suponga arriesgar la vida, como se lo supuso a M. L. King.
Soñé que mis hijos vivían en una nación libre y que no eran juzgados por el color de su piel. Soñé que en el estado de Alabama, donde nuestros hombres y mujeres actualmente son menospreciados, y pisoteados sus derechos de personas libres, que pronto se transformaría en un lugar donde los niños blancos jugaban con los niños negros, que se estrechaban las manos entre ellos y que caminaban juntos como hermanos. Soñé que blancos y negros trabajaban juntos, hombro con hombro, en igualdad de condiciones y de oportunidades; y que los negros no tenían que esconder su piel ante los ojos de nadie. Soñé que blancos y negros cantábamos juntos un mismo Himno en la Iglesia de Dios y juntos levantaban sus manos negras y blancas alabando y dando gracias al Creador
¿Qué hermoso sueño, verdad? Hay sueños que merecen ser convertidos en realidad. El sueño de Martin L. King es uno de ellos. Tarea de todos los hombres y mujeres, hijos y habitantes de la Madre Tierra, que decía Francisco de Asís y que repite el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si. En esta lucha los cristianos debemos estar en primera línea, aunque nos suponga arriesgar la vida, como se lo supuso a M. L. King.
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