Vivimos en un mundo en el que abundan los contrastes. Por ejemplo: hay gente que enferma por comer demasiado; hay gente que se somete a dietas de adelgazamiento para mejorar el tipo. Y al mismo tiempo existe gente que enferma, y en ocasiones, muere, por carecer de lo indispensable para subsistir dignamente. Los estudiosos del tema nos dicen que unos 800 millones de personas padecen hambre crónica en el mundo. UNICEF informa de que cada año mueren de hambre en el mundo seis millones de niños. Contraste: que unos padecen empacho mientras otros mueren de hambre. Solución: que unos acumulen menos y no coman tanto para que los demás puedan comer lo necesario y no se mueran de hambre.
En la despensa de la "Madre Tierra", que decía Francisco de Asís, en la "Casa común", que dice el Papa Francisco, sobran provisiones para que a nadie falte lo necesario para una vida digna y sana. La solución pasa por hacer realidad lo que enseña el Papa en su encíclica Laudatio Si cuando afirma que "los bienes de la tierra son de todos y deben estar al servicio de todos, sin privilegiar a nadie y sin excluir a nadie".
Y aquí viene a cuento lo del ayuno: si los que acumulan y comen en exceso ayunasen de ven en cuando, mascando el hambre y experimentando lo que es tener ganas de comer y no tener qué, quizá serían más sensibles ante el problema del hambre en el mundo y harían algo para solucionarlo, aportando su granito de arena. Quizá aprenderían a ponerse en la piel de los que se ven obligados a ayunar todos los días. Esta, que podemos llamar pedagógica, es una de las facetas del ayuno. El ayuno cristiano, en concreto, tiene además otras facetas: es recuerdo y comunión espiritual con Jesucristo, que ayunó durante 40 días antes de iniciar su predicación. Otra faceta, que se denomina "ascética", consiste en que sirve para lograr un mayor autodominio y para controlar los impulsos instintivos de la naturaleza, que no siempre son positivos y buenos.
Las leyes de la Iglesia sobre el ayuno y la abstinencia (que es una forma específica de ayuno: no comer carne) son actualmente muy livianas: ayuno y abstinencia: Miercoles de Ceniza y Viernes Santo, es decir, comienzo y final de la Cuaresma; abstinencia solamente: los viernes de Cuaresma.
El ayuno, pues, no solo tiene sentido hoy, sino que, dado el ambiente hedonista que nos envuelve,es una urgencia.
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