Gran protagonista del siglo X en Galicia.
A menudo los Santos proceden de familias humildes, sin realce social. No es el caso de San Rosendo, quien vino al mundo en el seno de una de las familias más ilustres del siglo X en Galicia. Sus padres, el conde Gutierre Menéndez e Ilduara Eiriz, estaban emparentados con los reyes de León, cuyo reino incluia también Asturias, la actual Galicia y el norte de Portugal, que por entonces formaba parte de Galicia. Además el padre de San Rosendo era tío de Don Sancho, que fue rey de Galicia de 925 a 929, tiempo durante el cual Galicia constituyó un reino independiente del de León.
Nacimiento y niñez.
Nació San Rosendo el 26-11-907 en Salas, cerca de Santo Tirso, villa situada entre Braga y Oporto, y en cuya Plaza Mayor se puede contemplar una gran estatua del Santo. Al lado de dicha villa se halla la hermosa iglesia de San Miguel do Couto donde se guarda una pila de piedra en la que se dice que fue bautizado San Rosendo. Probablemente lo bautizó el obispo de Mondoñedo, tío paterno suyo, y a quien más tarde D. Gutierre y Dña. Ilduara confiaron la formación de su hijo. A este fin, siendo todavía un niño, Rosendo fue enviado a Mondoñedo donde, al lado y bajo la tutela de su tío, recibiría una esmerada formación humanística y cristiana. López Ferreiro, canónigo de Santiago y prestigioso historiador gallego, describe su niñez con estas palabras: "Era niño en el cuerpo y los años, en la gravedad y madurez de juicio era un hombre; en las costumbres, espejo y modelo de santidad".
Obispo de Mondoñedo.
Cuando contaba tan sólo 18 años es nombrado Obispo de Mondoñedo, cuya sede episcopal estaba en aquel tiempo ubicada en San Martín de Mondoñedo - Foz, distante unos 15 kilómetros de la actual ciudad de Mondoñedo. Este hecho pone de manifiesto el prestigio, tanto en lo intelectual como en lo moral, de que gozaba el joven Rosendo, quien al principio se resistía pero finalmente tuvo que terminar aceptando la encomienda, sucediendo así al frente de la Diócesis mindoniense a su tío Sabarico, que había muerto.
A la diócesis de Mondoñedo se la denominaba entonces "Sede dumiense", es decir, Diócesis de Dumio, debido a que fue Satarico, Abad-Obispo de Dumio, quien la fundó el año 886, al huir de la persecución de los árabes (moros), trasladándose con su comunidad religiosa desde Dumio, cerca de Braga (Portugal), a Mondoñedo.
Funda el Monasterio de Celanova.
El interés y la simpatía por la vida monástica se dieron siempre en san Rosendo. Pero es ahora, hacia el año 934, cuando, quizá en uno de sus "Retiros espirituales" en Caaveiro, cerca de Pontedeume, concibe la idea, que siente como una inspiración de Dios, de construir un gran monasterio en Celanova (Orense) en unas tierras propiedad de su familia. Desde el primer momento le animó a llevar adelante este proyecto su madre, la cual, al quedar viuda, ingresó en la vida religiosa. Fue Ilduara una mujer virtuosa y santa, cuyo nombre figura en el Santoral de la Iglesia. Se celebra su fiesta el 20 de Diciembre.
Para dedicarse de lleno a sacar adelante la construcción del nuevo monasterio y después poder llevar vida de monje en él, renunció el Santo al Obispado de Mondoñedo y se retiró a Celanova. El año 942, con una solemnidad extraordinaria, en presencia de 11 obispos y muchas otras autoridades religiosas y civiles, tuvo lugar la consagración de la iglesia. Después continuarían las obras del monasterio. El primer Abad de la nueva comunidad, que adopta la Regla de San Benito, será un monje de gran virtud y santidad, san Franquila, traído del monasterio de Ribas de Sil. A él se sometió como un monje mas nuestro Santo.
Gracias a su monasterio, obra magna de san Rosendo, Celanova se convirtió en gran faro de irradiación cultural y moral dentro de Galicia.
Defensor de Galicia.
Cuando, después de haber renunciado al obispado de Mondoñedo, el Santo se hallaba feliz en su vida
monacal de Celanova, el rey de León, Ordoño III, le nombra virrey de Galicia cuyas tierras, que en aquel momento pertenecían la reino de León, había que defender, en las fronteras terrestres, frente a los árabes y, en las marítimas, frente a los normandos (vikingos). El año 968 estos invadieron Galicia, saqueando y destruyendo cuanto hallaban a su paso. El virrey Rosendo fue reuniendo y armando tropas que puso a las órdenes, del valeroso conde Don Gonzalo quien venció a los invasores y los expulsó de Galicia.
Obispo de Santiago.
Hallándose vacante la sede iriense-compostelana, se llama a san Rosendo para que se haga cargo de la misma. El nombramiento fue recibido con gran regocijo por el clero y el pueblo al que acababa de liberar del peligro normando. No le apetecía al Santo la encomienda pero ante la aclamación popular termina aceptando, si bien solo como Obispo Administrador Diocesano, hasta que se encuentre un obispo titular definitivo. Será éste un monje venido de Celanova: Don Pelayo Rodríguez.
Como obipo de "Iria-Santiago" (la Diócesis tenía entonces esos dos nombres) asistió a un concilio celebrado en León en el año 974, acompañándole en este viaje el Abad de Antealtares, Pedro de Mezonzo, autor de la Salve, quien más tarde sería Obispo de Santiago (durante su pontificado, en el año 997, llega a Compostela, arrasa la ciudad y entra en la catedral Almanzor, mítico caudillo árabe).
De vuelta del concilio leonés, san Rosendo se retira definitivamente a Celanova donde murió un jueves, primero de marzo de 977, después de recibir los santos sacramentos y mientras en el Coro los monjes rezaban Completas (Oraciones de la noche). En Celanova fue sepultado y allí se conserva su sepulcro. Fue beatificado por el cardenal Jacinto, legado pontificio en España, el 1-9-1172. El mismo cardenal, ya Papa con el nombre Celestino III, lo canonizó más tarde. Hay reliquias suyas en Roma, Mondoñedo, Santiago, Orense, Guadix y Monasterio de Escorial. Por el análisis de sus reliquias, se dice que era de mediana estatura.
San Rosendo en Cuba.
Como tantos gallegos, también san Rosendo, su memoria y su culto, cruzó el charco y llegó a Cuba. Lo llevó, a finales del s. XVII, el presbítero, más tarde, obispo, D. Diego Evelino de Compostela, nacido el año 1635 en Santiago donde curso estudios universitarios. Una de las parroquias fundadas en Cuba por este obispo gallego fue la de San Rosendo en Pinar del Río. Hoy nuestro Santo es titular de la catedral en la mencionada ciudad. Cuando en 1954 el Cardenal D. Fernando Quiroga le confió el patrocinio de una parroquia en A Coruña, la primera, y de momento única, en la Diócesis de Santiago, ya san Rosendo llevaba varios siglos cuidando como patrono de una comunidad cristiana en Cuba.
Palabras y obras.
No fueron tiempos de bonanza los que le tocó vivir a san Rosendo, en muchos aspectos parecidos a los nuestros, en que celebramos el XI Centenario de su nacimiento. Pero él no se amilanó antes las dificultades sino que les hizo frente con decisión y sin complejos. Hay una serie de actuaciones suyas, como dar libertad a los siervos, defensa de los débiles, etc.. que ponen de manifiesto su actitud evangélica y su coherencia ante la vida. En la vida son importantes las palabras, si son sinceras y verdaderas, pero mucho más importantes son las obras. De san Rosendo dice el diácono Egeliano, quien lo conoció personalmente, que "fue maestro con la palabra y con el ejemplo".
A menudo los Santos proceden de familias humildes, sin realce social. No es el caso de San Rosendo, quien vino al mundo en el seno de una de las familias más ilustres del siglo X en Galicia. Sus padres, el conde Gutierre Menéndez e Ilduara Eiriz, estaban emparentados con los reyes de León, cuyo reino incluia también Asturias, la actual Galicia y el norte de Portugal, que por entonces formaba parte de Galicia. Además el padre de San Rosendo era tío de Don Sancho, que fue rey de Galicia de 925 a 929, tiempo durante el cual Galicia constituyó un reino independiente del de León.
Nacimiento y niñez.
Nació San Rosendo el 26-11-907 en Salas, cerca de Santo Tirso, villa situada entre Braga y Oporto, y en cuya Plaza Mayor se puede contemplar una gran estatua del Santo. Al lado de dicha villa se halla la hermosa iglesia de San Miguel do Couto donde se guarda una pila de piedra en la que se dice que fue bautizado San Rosendo. Probablemente lo bautizó el obispo de Mondoñedo, tío paterno suyo, y a quien más tarde D. Gutierre y Dña. Ilduara confiaron la formación de su hijo. A este fin, siendo todavía un niño, Rosendo fue enviado a Mondoñedo donde, al lado y bajo la tutela de su tío, recibiría una esmerada formación humanística y cristiana. López Ferreiro, canónigo de Santiago y prestigioso historiador gallego, describe su niñez con estas palabras: "Era niño en el cuerpo y los años, en la gravedad y madurez de juicio era un hombre; en las costumbres, espejo y modelo de santidad".
Obispo de Mondoñedo.
Cuando contaba tan sólo 18 años es nombrado Obispo de Mondoñedo, cuya sede episcopal estaba en aquel tiempo ubicada en San Martín de Mondoñedo - Foz, distante unos 15 kilómetros de la actual ciudad de Mondoñedo. Este hecho pone de manifiesto el prestigio, tanto en lo intelectual como en lo moral, de que gozaba el joven Rosendo, quien al principio se resistía pero finalmente tuvo que terminar aceptando la encomienda, sucediendo así al frente de la Diócesis mindoniense a su tío Sabarico, que había muerto.
A la diócesis de Mondoñedo se la denominaba entonces "Sede dumiense", es decir, Diócesis de Dumio, debido a que fue Satarico, Abad-Obispo de Dumio, quien la fundó el año 886, al huir de la persecución de los árabes (moros), trasladándose con su comunidad religiosa desde Dumio, cerca de Braga (Portugal), a Mondoñedo.
Funda el Monasterio de Celanova.
El interés y la simpatía por la vida monástica se dieron siempre en san Rosendo. Pero es ahora, hacia el año 934, cuando, quizá en uno de sus "Retiros espirituales" en Caaveiro, cerca de Pontedeume, concibe la idea, que siente como una inspiración de Dios, de construir un gran monasterio en Celanova (Orense) en unas tierras propiedad de su familia. Desde el primer momento le animó a llevar adelante este proyecto su madre, la cual, al quedar viuda, ingresó en la vida religiosa. Fue Ilduara una mujer virtuosa y santa, cuyo nombre figura en el Santoral de la Iglesia. Se celebra su fiesta el 20 de Diciembre.
Para dedicarse de lleno a sacar adelante la construcción del nuevo monasterio y después poder llevar vida de monje en él, renunció el Santo al Obispado de Mondoñedo y se retiró a Celanova. El año 942, con una solemnidad extraordinaria, en presencia de 11 obispos y muchas otras autoridades religiosas y civiles, tuvo lugar la consagración de la iglesia. Después continuarían las obras del monasterio. El primer Abad de la nueva comunidad, que adopta la Regla de San Benito, será un monje de gran virtud y santidad, san Franquila, traído del monasterio de Ribas de Sil. A él se sometió como un monje mas nuestro Santo.
Gracias a su monasterio, obra magna de san Rosendo, Celanova se convirtió en gran faro de irradiación cultural y moral dentro de Galicia.
Defensor de Galicia.
Cuando, después de haber renunciado al obispado de Mondoñedo, el Santo se hallaba feliz en su vida
monacal de Celanova, el rey de León, Ordoño III, le nombra virrey de Galicia cuyas tierras, que en aquel momento pertenecían la reino de León, había que defender, en las fronteras terrestres, frente a los árabes y, en las marítimas, frente a los normandos (vikingos). El año 968 estos invadieron Galicia, saqueando y destruyendo cuanto hallaban a su paso. El virrey Rosendo fue reuniendo y armando tropas que puso a las órdenes, del valeroso conde Don Gonzalo quien venció a los invasores y los expulsó de Galicia.
Obispo de Santiago.
Hallándose vacante la sede iriense-compostelana, se llama a san Rosendo para que se haga cargo de la misma. El nombramiento fue recibido con gran regocijo por el clero y el pueblo al que acababa de liberar del peligro normando. No le apetecía al Santo la encomienda pero ante la aclamación popular termina aceptando, si bien solo como Obispo Administrador Diocesano, hasta que se encuentre un obispo titular definitivo. Será éste un monje venido de Celanova: Don Pelayo Rodríguez.
Como obipo de "Iria-Santiago" (la Diócesis tenía entonces esos dos nombres) asistió a un concilio celebrado en León en el año 974, acompañándole en este viaje el Abad de Antealtares, Pedro de Mezonzo, autor de la Salve, quien más tarde sería Obispo de Santiago (durante su pontificado, en el año 997, llega a Compostela, arrasa la ciudad y entra en la catedral Almanzor, mítico caudillo árabe).
De vuelta del concilio leonés, san Rosendo se retira definitivamente a Celanova donde murió un jueves, primero de marzo de 977, después de recibir los santos sacramentos y mientras en el Coro los monjes rezaban Completas (Oraciones de la noche). En Celanova fue sepultado y allí se conserva su sepulcro. Fue beatificado por el cardenal Jacinto, legado pontificio en España, el 1-9-1172. El mismo cardenal, ya Papa con el nombre Celestino III, lo canonizó más tarde. Hay reliquias suyas en Roma, Mondoñedo, Santiago, Orense, Guadix y Monasterio de Escorial. Por el análisis de sus reliquias, se dice que era de mediana estatura.
San Rosendo en Cuba.
Como tantos gallegos, también san Rosendo, su memoria y su culto, cruzó el charco y llegó a Cuba. Lo llevó, a finales del s. XVII, el presbítero, más tarde, obispo, D. Diego Evelino de Compostela, nacido el año 1635 en Santiago donde curso estudios universitarios. Una de las parroquias fundadas en Cuba por este obispo gallego fue la de San Rosendo en Pinar del Río. Hoy nuestro Santo es titular de la catedral en la mencionada ciudad. Cuando en 1954 el Cardenal D. Fernando Quiroga le confió el patrocinio de una parroquia en A Coruña, la primera, y de momento única, en la Diócesis de Santiago, ya san Rosendo llevaba varios siglos cuidando como patrono de una comunidad cristiana en Cuba.
Palabras y obras.
No fueron tiempos de bonanza los que le tocó vivir a san Rosendo, en muchos aspectos parecidos a los nuestros, en que celebramos el XI Centenario de su nacimiento. Pero él no se amilanó antes las dificultades sino que les hizo frente con decisión y sin complejos. Hay una serie de actuaciones suyas, como dar libertad a los siervos, defensa de los débiles, etc.. que ponen de manifiesto su actitud evangélica y su coherencia ante la vida. En la vida son importantes las palabras, si son sinceras y verdaderas, pero mucho más importantes son las obras. De san Rosendo dice el diácono Egeliano, quien lo conoció personalmente, que "fue maestro con la palabra y con el ejemplo".
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