El Papa Pablo VI fue uno de esos grandes Papas que pilotaron la nave de la Iglesia durante el siglo XX. En el campo de la Doctrina Social de la Iglesia, él es el autor de la encíclica Populorum Progressio (= El desarrollo de los pueblos), tan comentada y elogiada en todo el mundo en los años sesenta. De ella seleccionamos y transcribimos los siguientes textos:
Leyendo esta encíclica de Pablo VI salta a la vista que detrás de la crisis económica actual y detrás de otras crisis, hay una crisis de valores: una crisis de ética y moral. Porque como dice Pablo VI "la tarta llega para todos, pero está muy mal repartida"
En algunos lugares una oligarquía goza de una civilización perdida mientras el resto de la población, pobre y dispersa, está privada de casi todas las posibilidades de iniciativa personal y responsabilidad, y aún muchas veces incluso viviendo en condiciones de vida y trabajo indignas de la persona humana.
El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo hombre.
La tierra ha sido dada para todo el mundo y no solamente para los ricos. Es decir, que la propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto. No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la propia necesidad cuando a los demás les falta lo necesario.
El hambre de instrucción no es menos deprimente que el hambre de alimentos: un analfabeto es un espíritu subalimentado. Saber leer y escribir, adquirir una formación profesional, es recobrar la confianza en sí mismo y descubrir que se puede progresar al mismo tiempo que los demás.
Cuando tantos pueblos tienen hambre, cuando tantos hogares sufren la miseria, cuando tantos hombres viven sumergidos en la ignorancia, cuando aún quedan por construir tantas escuelas, hospitales, viviendas dignas de este nombre, todo derroche público o privado, todo gasto de ostentación nacional o personal, toda carrera de armamentos, se convierte en un escándalo intolerable.
La paz no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres.
Leyendo esta encíclica de Pablo VI salta a la vista que detrás de la crisis económica actual y detrás de otras crisis, hay una crisis de valores: una crisis de ética y moral. Porque como dice Pablo VI "la tarta llega para todos, pero está muy mal repartida"
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