La pregunta es de un niño de diez años. Pero seguramente se la hacen muchos otros niños y también muchas personas mayores. ¿Qué se puede responder?
La respuesta es que a Dios no lo hizo nadie, porque Dios existió siempre. Eso queremos decir cuando afirmamos que Dios es eterno. Dicho esto, vamos a intentar razonarlo. Si nos paramos a pensar seriamente, estaremos de acuerdo en que si existe algo, siempre existió algo, pues de la nada absoluta no puede salir ningún ser. Ese algo que existió siempre, podemos imaginarlo como un ser que piensa y quiere, es decir, como un ser espiritual, personal. También lo podemos imaginar como un ser que no piensa ni quiere: es lo que llamamos materia, ser material. Si ahora miramos al mundo que nos rodea, vemos en él un orden, reflejo de un proyecto, una intencionalidad. Pensemos, por ejemplo, en la semilla, que se transforma en árbol, o en esas dos células humanas originarias de las que saldrá, tras un largo y complejo proceso evolutivo (que no parece razonable imaginar como casual) un hombre o una mujer.
La materia no piensa, no proyecta, no decide. Esto sólo puede hacerlo un ser espiritual, personal- Por tanto, sólo a partir de un ser espiritual, personal, eterno, se puede explicar convincentemente el mundo, el universo. A ese ser le llamamos Dios (en otras lenguas, al mismo ser, le dan otro nombre, aunque esto es intrascendente). Por eso Voltaire pudo decir:
Además está el hecho histórico de Jesús de Nazaret (Jesucristo), quién repetidas veces afirmó que dios existe y que él vino de junto a Dios. Los milagros que hizo, sobre todo el de su Resurrección, avalan la verdad de sus palabra y demuestran que podemos fiarnos de él.
La respuesta es que a Dios no lo hizo nadie, porque Dios existió siempre. Eso queremos decir cuando afirmamos que Dios es eterno. Dicho esto, vamos a intentar razonarlo. Si nos paramos a pensar seriamente, estaremos de acuerdo en que si existe algo, siempre existió algo, pues de la nada absoluta no puede salir ningún ser. Ese algo que existió siempre, podemos imaginarlo como un ser que piensa y quiere, es decir, como un ser espiritual, personal. También lo podemos imaginar como un ser que no piensa ni quiere: es lo que llamamos materia, ser material. Si ahora miramos al mundo que nos rodea, vemos en él un orden, reflejo de un proyecto, una intencionalidad. Pensemos, por ejemplo, en la semilla, que se transforma en árbol, o en esas dos células humanas originarias de las que saldrá, tras un largo y complejo proceso evolutivo (que no parece razonable imaginar como casual) un hombre o una mujer.
La materia no piensa, no proyecta, no decide. Esto sólo puede hacerlo un ser espiritual, personal- Por tanto, sólo a partir de un ser espiritual, personal, eterno, se puede explicar convincentemente el mundo, el universo. A ese ser le llamamos Dios (en otras lenguas, al mismo ser, le dan otro nombre, aunque esto es intrascendente). Por eso Voltaire pudo decir:
Cuanto más lo pienso, más convencido estoy de que el reloj del mundo no se explica sin un relojero.
Además está el hecho histórico de Jesús de Nazaret (Jesucristo), quién repetidas veces afirmó que dios existe y que él vino de junto a Dios. Los milagros que hizo, sobre todo el de su Resurrección, avalan la verdad de sus palabra y demuestran que podemos fiarnos de él.
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