Hay personas que dicen ser felices, y se les nota en la cara que dicen la verdad. Claro que en esta vida se trata siempre de una felicidad limitada y relativa. Todo aquí es relativo y limitado. La felicidad plena y definitiva sólo la hallaremos al otro lado de la frontera, cuando lleguemos a la Casa el Padre, Dios, y participemos en la gran fiesta del Cielo. Expresó muy bien eso San Agustín quien, después de haber buscado la felicidad en otras fuentes, escribió:
Nos hicistes para tí, Señor, y nuestra alma no halla descanso pleno hasta que descanse en Tí
Es evidente que podemos equivocar, como Agustín, el camino que lleva a la felicidad. Pero aún así y todo, es posible ser bastante feliz en esta vida. Por si te sirve de ayuda en el empeño por ser feliz te transcribo, querido lector, ese decálogo, que leí en una revista.
- No te preocupes de las actividades que tienes que realizar, el preocuparse es lo menos productivo.
- Que no te venza el miedo. La mayor parte de las cosas a las que tememos, nunca suceden.
- No guardes rencor. Es una de las cargas más pesadas de la vida.
- Afronta cada problema según llega. De todas formas, sólo puedes resolverlos de uno en uno.
- No te lleves los problemas a la cama. Son malos compañeros del sueño.
- No tomes prestados los problemas de los demás. Ellos pueden resolverlos mejor que tú.
- No revivas el ayer. El ayer se ha ido para siempre. Concéntrate en lo que está pasando en tu vida, y sé feliz ahora.
- Sé un buen oyente. Sólo cuando escuchas obtienes ideas diferentes a las que tienes.
- No te dejes llevar por la frustración. La autocompasión sólo consigue destruir las actitudes positivas de la persona.
- Cuenta las cosas buenas que recibes cada día. También las cosas pequeñas. Muchas cosas pequeñas hacen una grande
Anónimo. Publicado en el Mensajero de San Antonio.
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