Oración y Fe

Oración y fe son dos cosas inseparables. Si uno no tiene fe, no tiene sentido que rece, y si uno tiene fe no se entiende que no rece. Sería como vivir un día y otro junto a una persona y no dirigirle la palabra, no hablar con ella. Además, si un creyente deja de rezar, pronto dejará también de creer. Así lo enseña la experiencia. Y si algo quedase llamado fe, ese algo no marcaría ni influiría para nada en la vida real de la persona. La oración es para la fe como el agua para el pez: no es posible que el pez viva por mucho tiempo fuera del agua, ¿verdad?. Por eso Jesucristo invita tantas veces a los discípulos a rezar: Rezad para no caer en la tentación, les dice en una ocasión. Y Él mismo aparece rezando en varias ocasiones.
Se puede rezar con oraciones que vienen en el catecismo y en los oracionales. También puede rezar cada uno a su manera, con palabras o pensamientos propios.

Así rezaba Gandhi

Mi Señor: ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aprecio de los débiles.
Si me das fortaleza, no me quites la razón.
Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame a ver siempre la otra cara de la medalla; no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.
Enséñame a querer a la gente como a mí mismo.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso. Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia: que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es un signo de grandeza y que la venganza es señal de bajeza
Si me quitas el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso.
Si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme.
Señor, si yo me olvido de tí, nunca te olvides de mí

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