Carta de un padre a sus hijos

Compartimos con vosotros esta carta que Kenneth David Kaunda dirige a sus hijos:

Queridos hijos… Es verdad que cierta clase de religión degeneró en superstición. Pero un hombre sensato no se corta la cabeza, por tener una erupción en la mejilla. Si de la tradición, arte, costumbres, lengua y leyes quitarnos la dimensión religiosa, muy poco queda de nuestro pasado, y los trozos que quedan no ofrecen una sólida base para el futuro…

Mis padres me enseñaron a creer en Dios, y desde entonces he sido un hombre de fe. Que no es lo mismo que decir que haya sido siempre un hombre virtuoso. Pero la fe religiosa ha representado un papel central en mi vida; incluso al precio de ser tenido por anticuado e ingenuo, debo declararlo… Sobre todo el creer en Dios me hace sentir una responsabilidad sin límites.

Soy el custodio - no el dueño- de los poderes y talentos que poseo; responsable de cómo use o abuse de ellos, ante el único que me los ha confiado, y que un día me pedirá cuenta plena…

Para decir la verdad, yo ya no siento que me satisfaga la fe de mis padres. No tiene nada extraño. Al fin y al cabo, mi mundo es más complicado que el suyo. Pero nunca niego lo que mis padres me enseñaron sobre Dios. Es algo tan mío, como el color de mis ojos o el tejido de mi piel. La verdad es que nunca deja de sorprenderme, cómo en momentos de crisis, me vuelvo instintivamente a la apasionante sencillez de la antigua religión. Al llegar los momentos difíciles, son las oraciones de mi niñez, las que me vienen a los labios. Por eso comprenderéis mi insistencia en las oraciones de familia, en la bendición de la mesa y, cuando es posible en la lectura reunidos de la Biblia...

Pertenece a los padres el traspasar a sus hijos los frutos de su experiencia, y si Dios es la realidad más importante en la vida de un padre, entonces tiene la obligación de explicar a sus hijos por qué es así, y lo que para él significa… Cualquiera que sea la determinación que toméis, como respuesta a las cuestiones fundamentales que plantea la religión, confío en que lleguéis a estimar la fuerza espiritual que existe dentro de cada persona, y a la que la fe puede liberar. Os suplico que no toméis a juego la religión. O rechazáis la existencia de Dios, o hacéis de Él el centro de vuestras vidas.

La educación debe ser algo más que equipar a una persona para que se gane la vida. Quiero esperar que nunca produzcamos una generación de esos especialistas en una materia que son casi analfabetos fuera de su terreno… Es una persona y no un mero cerebro, lo que se está educando... Nuestros educadores tiene que proponerse algo mucho más amplio: estimular el crecimiento emocional, espiritual y moral del individuo, al mismo tiempo que su capacidad intelectual…

No tendría objeto una libertad sin compromisos morales; además sería autodestructiva... Por experiencia he aprendido que cierto grado de dificultad puede ayudar a fortalecer los huesos, y alimentar los tejidos de la voluntad…

La educación la veo así: el maestro da las herramientas, la vida proporciona el material, pero lo que se forja depende del mismo individuo…
Quiero inculcaros la utilidad, e incluso la necesidad, de aprender a expresaros clara y exactamente. Ya uno puede tener la cabeza tan atiborrada de ideas, que no se pueda ni poner el sombrero, que si no sabe expresar lo que sabe, es corno si fuese un ignorante. No saber expresarse es impotencia.

KENNETH DAVID KAUNDA

Comentarios

Pastoral Santiago